Adorador

 

OFICIOS DEL CORAZÓN DE JESÚS: ADORADOR.

FIN: Suplir el olvido de Dios en el mundo.

 

SE UNE: Al Coro de las Dominaciones.

 

VIRTUD: 

Adorar profundamente a Dios siempre y en todas partes. Recogimiento, silencio, modestia, desprendimiento.

 

JACULATORIA: 

Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejércitos; llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

El adorador

 

¿POR QUÉ DEBO ADORAR A DIOS?

1.- Por ser Dios quien es en Sí mismo:

  • Infinito en todas sus perfecciones.
  • Alfa y omega de todo lo que ha existido, existe y existirá.
  • El único verdadero y sumo Bien.

2.- Por lo que es respecto a mí:

  • Creador, conservador, bienhechor.
  • Padre.
  • Fin único y término de mi felicidad. 

SÓLO ÉL MERECE MI ADORACIÓN. "No adoréis a nadie, a nadie más que a Él".

La mayoría de los hombres de todos los tiempos, de cualquier continente, raza, edad y condición, en todo piensan, menos en Dios.

Yo he de adorarle siempre y en todas partes para suplir este lamentable olvido de Dios en el mundo.

 

EL CORAZÓN DE JESÚS, EL UNICO ADORADOR PERFECTO.

1.- En Sí mismo:

  • Adoró a Dios en su vida mortal
  • y ahora le adora en su vida eucarística. 

2.- Con respecto a nosotros:

Él es mi divino y universal suplemento. 'He aquí mi Corazón... te lo doy, para que con toda confianza le supliques, cumpla en ti lo que no pudieres tú por tus propias fuerzas' (el Corazón de Jesús a Santa Gertrudis).

 

MI OFICIO DE ADORADOR

1.- FUERA DE MI: he de adorar profundamente a Dios, siempre.

  • Procuraré acordarme de ello, por ejemplo, cuando paso por alguna iglesia, cuando tomo agua bendita, cuando bendigo la mesa, cuando rezo cualquier oración, cuando oigo rezar a los demás.
  • He de ser muy consciente de la presencia de Dios, que me circunda.
  • Procuraré actuar con frecuencia durante el día esta presencia.
  • Vivir en Dios.

2.- DENTRO DE MI:

  • Existe además otra clase de presencia: la más amorosa e íntima que darse pueda. Una presencia de Dios dentro de mi propia alma. Es lo que se llama la Inhabitación Divina. Toda la Santísima Trinidad está dentro de mi alma.
  • El culto que Dios quiere que le dé es el 'culto del amor'. He de amarle con todo mi corazón, con toda mi alma, y con todas mis fuerzas.
  • He de unir mi adoración a la del Corazón de Jesús, la Virgen y San José, a la de todos los ángeles y santos que le cantan a Dios sin cesar, día y noche: 'Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios Todopoderoso...'"
  • Las personas de este mundo se precian de sus amistades: 'amigo del rey, padre del rey' son títulos honoríficos que se han concedido a veces a través de los tiempos a muy contadas personas. Yo he de saber que, si procuro vivir en gracia de Dios -cumpliendo todo lo que Dios quiere de mí y no ofenderle- cada Persona Divina de la Santísima Trinidad estará dentro de mi alma ya no sólo como creador y dueño que es, sino a fuer de amistad, la más íntima y entrañable. 'Puedo tratar como Amigo, aunque es el Señor', dice Santa Teresa de Jesús.

3.- Virtudes para cumplir bien este oficio:

Para esta adoración 'perfecta' y en cierto modo 'perpetua', fuera y dentro de mí mismo, es del todo punto indispensable precaverme de los peligros de la disipación. Para ello he de procurar en lo que pueda el mayor:

  • recogimiento
  • silencio
  • modestia
  • desprendimiento 

** Ofrecimiento de todo el mes.

Para hacerlo el Primer Viernes de Mes (se puede hacer cada día)

Divino Corazón de Jesús, por medio del Corazón Inmaculado de María y de su esposo San José y asociado al Coro de las Dominaciones, te ofrezco todas las oraciones, obras y padecimientos de este mes (de hoy), en unión de todas las intenciones por las cuales te inmolas sin cesar sobre el altar,....

..... te las ofrezco en particular, para suplir el general olvido de Dios en el mundo, uniéndome a las profundas adoraciones que tu Corazón tributa de continuo a la Santísima Trinidad.

** Visita al Santísimo.

Trasladándome en espíritu -si no puedo físicamente- al sagrario: ¡Oh Corazón de Jesús! te adoro en el Santísimo Sacramento durante todo el día y toda la noche, por medio del Corazón Inmaculado de María y su esposo San José, en unión a los coros de los ángeles y todos los santos. Me uno a sus voces cantando "Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos; llenos están los cielos y la tierra de tu gloria".

** Jaculatoria.

Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejércitos; llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén

** Promesa:  

"Me ha dado a conocer que su Sagrado Corazón es el Santo de los santos, el Santo del amor; que quiere ser conocido ahora para ser el Medianero entre Dios y los hombres, pues tiene todo poder para ponerlos en paz, apartando los castigos que nuestros pecados han atraído sobre nosotros, alcanzándonos misericordia" (Santa Margarita de Alacoque)

** Máxima: 

"No se puede adorar verdaderamente si no se imita lo que se adora" (Santa Margarita de Alacoque)

 

¿CÓMO VIVIA LA MADRE CONCEPCIÓN ESTAS VIRTUDES? Ejemplo práctico.

  • El "recogimiento" de sus sentidos era muy notable. Nunca se la veía desparramada al exterior en ninguno de ellos, sino todo lo contrario.

  • Se imponía una hora de silencio por su cuenta -además del establecido.

  • Su modestia en todo momento llamaba la atención porque era muy singular. Estando sola o en compañía, dormida o despierta, en silencio o en conversación, en pie, echada sobre la tarima o sentada, en sus posturas, en el aseo personal... siempre andaba con un recato y modestia nada común, por ello se deducía que vivía habitualmente en la presencia de Dios. Tanto si se hallaba sola como acompañada de criaturas, actuaba con la misma modestia.

  • Su desprendimiento era total: de todo lo creado y de sí misma.

  • Cada vez que se postraba, que eran muchas veces al día -la carmelita se arrodilla y con su frente toca el suelo muchas veces al día-, pues cada vez que La Madre Concepción se postraba,  adoraba a la Santísima Trinidad, "al Dios infinito que me rodea por todas partes" según ella escribió en sus notas de conciencia, y postrada decía para sí:

'omnis terra adoret te et psallat tibi'
que quiere decir:
'que toda la tierra te adore y te alabe'.

Y, ¿cuándo se postraba?

  1. Por las mañanas al oír las tablillas, saltaba de su tarima y lo primero que hacía era postrarse y adorar a Dios.
  2. Lo último del día, inmediatamente antes de subir a la tarima para descansar.
  3. Cada vez que entraba y salía del coro para saludar al Santísimo.
  4. Con la comunidad, al empezar y terminar los Oficios del Coro.
  5. Cuando llegaba -al coro bajo- para la Santa Misa.
  6. Al acabar la lectura espiritual.
  7. Al acabar-con la comunidad- el acto de recreación...

Muchas veces al día besa el suelo la carmelita.

La M. Concepción vivía intensamente todo cuanto las rúbricas señalan.

En ella no había rutina, sino puro amor. Adoraba muchas veces al día, por ella y por toda la creación:

'omnis terra adoret te et psallat tibi'
'que toda la tierra te adore y te alabe'.

(Corolario -Royo Marín. Teología de la Perfección)

¿Para qué mora la Sma. Trinidad en el alma del justo?

  1. Para hacernos participantes de su vida íntima divina.
  2. Para transformarnos en Dios.
  3. Para darnos la plena posesión de Dios.
  4. Para darnos el goce fruitivo de las Divinas Personas 

 

MEDITACIÓN SOBRE EL OFICIO DE ADORADOR (se desarrollan los tres puntos anteriores citados)

Composición de lugar: Ver a Nuestro Señor sentado en el brocal del pozo de Jacob, que dice a la Samaritana: "Ya llega el tiempo y ya estamos en él, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque tales son, los adoradores que el Padre busca" (Jn. 4:63)

Petición: Dadme, Dios mío, luz y gracia para ser contado en el número de los verdaderos adoradores.

 

Punto primero. Mi estricta obligación de adorar a Dios.

1) Por ser Dios quien es en sí mismo:

  • Tengo que tributar a Dios adoración de latría, supremo homenaje debido a solo Dios. Tengo que reconocer que soy una criatura de Dios; que de mi cosecha soy nada ante Dios. Tengo que anonadarme, deshacerme ante el Ser infinito.

  • Es infinito en sus perfecciones infinitas; es el principio y el fin de todas las cosas que han existido, existen y existirán. Es el único verdadero y sumo Bien que merece toda la adoración, todo el respeto, todo el amor posible.

2) Por lo que es respecto a mí:

  • Criador de mi alma y de mi cuerpo. Conservador, que me gobierna con amorosa Providencia. Bienhechor, que no me escasea sus favores. Padre, que me trata con ternura sin igual. Fin único y término de mi felicidad. Todo absolutamente todo, me está diciendo que sólo Él merece mi adoración.

  • Y no sólo le es debida, como lo dicta la razón natural, sino que hay preceptos formales que me prescriben la adoración: 'Adorarás al Señor tu Dios, y a Él sólo servirás' (Mt.4:10) 'Amarás al Señor tu Dios' (Mt 22: 37) ¿Cómo?: 'Con todo tu corazón y con toda el alma y con todo el entendimiento'. Es decir, que todo lo que tenemos ha de contribuir a este culto y veneración. Los Ángeles, entonando continuamente en el cielo aquel cántico eterno: 'Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejercitos' (Is. 4:3) nos lo están predicando con su ejemplo.

  • Pero ¡ay! cuán lejos están los hombres en general de tributar a su Dios y Señor esta adoración tan debida. Recordaré la contemplación sobre la Encarnación que nos propone San Ignacio en sus Ejercicios. Si miro al mundo, lo veré poblado de innumerables gentes, tan diversas en lenguas como en ocupaciones y costumbres: unos blancos y otros negros; unos en paz y otros en guerra; unos llorando y otros riendo; unos sanos y otros enfermos; unos naciendo y otros muriendo; de todo cuidan, en todo piensan menos en su Dios y Señor. Y eso se ve, así en los grandes reinos como en los pequeños; en las populosas capitales com en las aldeas más ignoradas.

 

Punto segundo. El Corazón de Jesús, único adorador perfecto. 

  1. En sí mismo es adorador perfecto. Su adoración, aún la de la Sagrada Humanidad, es en cierto modo infinita por ser - como dicen los teólogos- una operación teándrica: es la adoración de un Dios en la naturaleza humana por Él tomada; es adoración estrictamente divina. Por eso dice el Oficio: '...Uniendo sus alabanzas a las que de continuo tributa el Sagrado Corazón a la Santísima Trinidad...' En toda su vida mortal fue perfectísimo adorador y continúa siéndolo en su vida eucarística.

  2. Con respecto a nosotros es nuestra cabeza. 'El Corazón de Jesús es mi corazón; me atreveré a decirlo, porque Jesús es mi cabeza; y ¿no será mío lo que es de mi cabeza? Así, pues, como son verdaderamente ojos míos los ojos de mi cabeza corporal, así también es verdaderamente mío el Corazón de mi Cabeza espiritual. ¡Oh qué dicha para mí el tener la seguridad de que no tengo sino un corazón con Jesús!" (San Bernardo)

Está un día Santa Gertrudis entristecida por sus distracciones y tibiezas, se le presenta Jesucristo y le dice: 'He aquí mi Corazón caritativo, órgano de la Santísima Trinidad; te lo doy para que con toda confianza le supliques, cumpla en tí lo que no pudieres tú por tus propias fuerzas, a fin de que así, no vea en él nada que no sea del todo perfecto'.

Por tanto, ha de ser Jesús mi divino y universal suplemento como lo era para Santa Margarita. A ésta le dijo: "Toma este Corazón y ofréceselo al Eterno Padre ya que nada puedes tú". 

Ofrezcámoslo también nosotros, y uniéndonos a Él digamos con el sacerdote en la Santa Misa: 'Aceptad, Padre Santo, Dios Ominipotente y Eterno, esta Hostia inmaculada que yo, indigno siervo vuestro, ofrezco a Vos, mi Dios vivo y verdadero, por mis innumerables pecados, ofensas y negligencias'. Y el Eterno Padre no podrá rechazar la víctima sagrada de Jesucristo Nuestro Señor, que 'suplicando y ofreciendo plegarias con grande clamor y lágrimas siempre fue escuchado por su reverencia' (Heb. 5:7)

 

Punto tercero: Mi oficio de Adorador.

1) Fuera de mí:

He de adorar profundísimamente la soberana majestad de mi gran Dios y Señor hundiéndome en lo más bajo de mi nada, siempre y en particular al tratar con Él: hacer la señal de la cruz, tomar agua bendita, bendecir la mesa, rezar cualquiera oración, exhalar cualquier jaculatoria... 'Esta divina presencia infunde en mí tanto respeto que cuando estoy sola no me deja reposar hasta qeu me postro de rodillas como una miserable nada ante aquel Todopoderoso. Esta grandeza infinita me envuelve con su poder...'

He de aspirar a tener una unión habitual y familiar con su Divina Majestad; actuar frecuentemente ante su Divina Presencia, hacerlo todo en su acatamiento, purificar la intención frecuentemente; y para adorarle perfectamente en cuanto pueda, he de amarle con todo mi corazón, con toda mi alma, y con todas las fuerzas. Pues 'el culto que Dios quiere principalmente es el culto del amor' (San Agustín)


2) Dentro de mí:

Consideraré cómo Dios penetra todo mi ser. No está lejos de nosotros dice San Pablo, 'porque dentro de Él vivimos, nos movemos y existimos'. Sostiene y completa todo mi ser y lo penetra y vivifica más que el alma mi cuerpo, aunque sin confundirse conmigo ni menos formar parte de mi mismo.

La fe me revela otra presencia de Dios en mí más amorosa todavía: la misteriosa morada de la Trinidad Santísima dentro de mi alma.

He de tributar a mi Dios una adoración 'en espíritu y en verdad'. Es decir:

  • Una adoración cuyo significado se comprenda y que salga del corazón. No basta honrar a Dios con solo los labios.

  • Una adoración que, aunque se ayude de los medios exteriores, sepa también, cuando sea preciso, pasarse sin ellos. La pobreza de la Iglesia, su soledad, no deben disminuir en nada los homenajes qeu se dirigen al Dios oculto en el tabernáculo.

  • Una adoración exenta de todo servilismo estrecho. ¡Cuántas personas hay atadas a una fórmula especial de adoración, a un número determinado de invocaciones, que prácticamente tienen en menos la cualidad que la cantidad de sus oraciones, y que, por concluirlas, se apresuran inutilmente! Miremos más la calidad de nuestras oraciones que la cantidad. Que salgan nuestras oraciones del corazón.

  • Una adoración desasida de todo gusto interior, de la satisfacción sensible que a veces se experimenta al honrar a Dios. Quien regula su fervor por estas consolaciones demuestra estar más apegado a ellas que a Dios, que se digna concedérselas.

  • Una adoración libre de miras temporales. No seamos de aquellos que cuando Dios nos envía cruces, sufrimientos, contratiempos... se turban y pierden toda su piedad, y parecen echar en cara a Dios que no les paga el precio convenido por sus adoraciones.

  • Una adoración acompañada de un verdadero sentimiento de nuestra nada como los ángeles y los santos que, humillados ante la Divina Majestad hasta el abismo de su nada, ensalzan con soberano respeto la santidad infinita de Dios. 'Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso'. (Vermeersch)