Llamando a la puerta

 

La razón de este título se encuentra en la 'Carta de Edificación' 

 

La M. Concepción era el 'desaguadero' y 'paño de lágrimas de sus hermanas de Comunidad.

Con maternal corazón y olvido total de su persona y de sus cosas, atendía a cada monja en particular, anteponiéndolas a sí misma en todo. Cumplía al pie de la letra lo que se había propuesto:

'Intentaré estar en la celda

el máximo tiempo que pueda

para que mis hermanas me puedan encontrar

si me necesitan'.

 

Pero su  sed de estar a solas con Dios era tan grande que, al verse tan interrumpida su soledad una y otra vez, les suplicaba a sus hermanas bromeando:

 "Cuando esté en el cielo,

déjenme con toda paz estar a solas con Dios;

no me vengan allí cada dos por tres:

'pum, pum...

                ...llamando a la puerta".

 

Estas sus palabras han sido todo un presagio. Lo que ella 'más temía' se ha cumplido.

Sí, después de su muerte, no tan sólo sus monjas no la dejan 'descansar' como ella presumía y pedía: 'con toda paz'; sino que, a los aldabonazos que ellas le siguen dando a su puerta, se están sumado y de cada día más -a medida que se la va conociendo- muchos, muchísimos otros nudillos, provenientes de los más diversos rincones del mundo...

'...pum, pum...'

... Son manos que la llaman con gran fe y confianza con problemas de toda índole, implorándole que 'arranque' del Corazón de Jesús algún 'milagro'... la solución para todo aquello que necesitan y preocupa.

 

 

 

Puerta de la celda de la M. Concepción

 

Si desea tocar a su puerta y ver las gracias concedidas por su intercesión: PUM PUM

 

 

Su jaculatoria de siempre ante cualquier problema:

 'Corazón de Jesús, en Ti confío'.

Lo abandona todo a este Corazón, que es Amor.

Descansaba en Él.

Su paz, igualdad de ánimo y serena alegría

eran inalterables ante cualquier situación.