Pum... llamando a la puerta.
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"Intentaré estar en la celda el máximo tiempo que pueda
para que mis hermanas me puedan encontrar si me necesitan"
Madre Concepción, priora.
Celda de la Madre Concepción
PUM, PUM, PUM.... LLAMANDO A LA PUERTA...
La razón de este título se encuentra en la Carta de Edificación.
La Madre Concepción era el "desaguadero" y "paño de lágrimas" de sus hermanas de Comunidad.
Con maternal corazón y olvido total de su persona y de sus cosas, atendía a cada monja en particular, anteponiéndolas a sí misma en todo. Cumplía al pie de la letra lo que se había propuesto:
"Intentaré estar en la celda el máximo tiempo que pueda
para que mis hermanas me puedan encontrar si me necesitan".
Pero su sed de estar a solas con Dios eran tan grande que, al ver interrumpida su soledad, una y otra vez, les suplicaba a sus hermanas, bromeando:
"Cuando esté en el cielo, déjenme con toda paz estar a solas con Dios.
No me vengan allí, cada dos por tres: " pum, pum..." llamando a la puerta".
(Carta de Edificación, capitulo 19, Caridad)
Estas sus palabras han sido todo un presagio. Lo que ella "más temía" se ha cumplido.
Sí, después de su muerte, no tan sólo sus monjas no la dejan 'descansar' como ella presumía y pedía: 'con toda paz'; sino que, a los aldabonazos que ellas le siguen dando a su puerta, se están sumado y de cada día más -a medida que se la va conociendo- muchos, muchísimos otros nudillos, provenientes de los más diversos rincones del mundo...
"... PUM, PUM, PUM..."
... son manos que la llaman con gran fe y confianza, con problemas de toda índole, implorándole que 'arranque' del Corazón de Jesús algún 'milagro'... la solución para todo aquello que necesitan y preocupa.
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